Solidaridad sin profecía es complicidad: un año de guerra en el corazón de Europa

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

La solidaridad es considerada uno de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia[1], pero sobre todo es un elemento estructurante de la propuesta de un humanismo integral y solidario, ya que la Iglesia es consciente de que su vocación es caminar junto a toda la humanidad por el camino de la historia. La Iglesia ya es solidaria con esta actitud primordial, desde la cual quiere alentar y estimular dicho humanismo. Un humanismo capaz de animar un nuevo orden social, económico y político, basado en la dignidad y la libertad de toda persona humana, para ser realizado en la paz, la justicia y la solidaridad.

La solidaridad, como principio y como virtud, impulsa a la conciencia cristiana a acoger con diligencia evangélica a las víctimas de toda tragedia y violencia, y exige al mismo tiempo el ejercicio de la profecía evangélica para desenmascarar y denunciar todos los males que las provocan (cf. . Fratelli Tutti, nn. 114-117).

En este sentido, ante la guerra en Ucrania, es necesario expresar plena solidaridad con el sufrido pueblo ucraniano, al mismo tiempo, en solidaridad con todo el pueblo que no quiere la guerra, ni como fin ni como medio, hay que decirlo verbalmente en voz alta y con la mayor vehemencia: ¡NO a la guerra, cesen ya esta invasión!, por lo que sólo se apoyarán las medidas equitativas que se tomen para el cese definitivo de este conflicto.

El espíritu profético de la perspectiva cristiana nos lleva a no ser ingenuos, asumiendo la complejidad de la realidad y los múltiples escenarios que se dan dentro del conflicto. Esto nos lleva a pensar que, aún declarando la aberración de esta invasión, no se puede pasar por alto la multiplicidad de fenómenos y responsabilidades que llevaron a este escenario.

Esta guerra revela, una vez más, adónde pueden conducir las ansias de poder y la lógica del enfrentamiento y la venganza sistemáticos. Pero, al mismo tiempo, manifiesta la incapacidad de un mundo sociopolítico sin autoridad moral -el único capaz de cultivar y defender la paz con medios pacíficos-, pues hasta sus manos están sucias, de enredarse en esa misma lógica, aunque las intenciones pueden ser diferentes.

Son significativas las múltiples manifestaciones de solidaridad afectiva y efectiva frente a esta guerra. Lo cual, por un lado, alegra y estimula, tal vez anunciando que la conciencia mundial está cambiando y cobrando mayor coraje para reivindicar un presente y un futuro diferente. Por otro lado, llama la atención que ante tantos otros actos de violencia y guerra en nuestro mundo, no siempre vemos la misma fuerza solidaria y profética. Esto indica que no todo es del todo correcto, ni tan claro como parece.

Se vuelve a imponer el lenguaje de la violencia y la venganza, por parte de los perpetradores y no pocos aduladores y colaboradores de esta lógica. Al mismo tiempo, se nota con fuerza un lenguaje de paz y solidaridad con las víctimas, expresando el deseo de un mundo en paz. Ciertamente es necesario cultivar y evidenciar, en su declamación y en sus consecuencias concretas, el lenguaje de la no violencia y la paz global, tendientes a un mundo plural y sinfónico, donde los conflictos se asuman siempre de forma global y pacífica. Necesitamos más solidaridad profética y menos complicidad ingenua y/o mal intencionada. En este sentido, es necesario proclamar con fuerza: ¡NO a las armas, SÍ a cualquier tipo de desarme![2] Y decir con el Papa Francisco: «Lo que importa es iniciar procesos de encuentro, procesos que puedan construir un pueblo capaz de recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena pelea del partido!” (FT, n. 217).

Esperamos que haya muchas personas que puedan asociarse a la voz y determinación del Papa Francisco, como lo ha manifestado desde el inicio de este conflicto y en gran parte de su servicio como pastor y maestro; de modo que sus palabras sean un corolario de nuestro pobre manifiesto. En Fratelli Tutti, en el contexto en que habla de los derechos de los pueblos y de la necesidad de entender de otra manera las relaciones entre ellos, afirma que:

Sin duda, esta es otra lógica. Si uno no hace un esfuerzo por entrar en esta lógica, mis palabras sonarán como fantasías. Pero si se acepta el gran principio de los derechos que derivan del mero hecho de poseer la dignidad humana inalienable, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible desear un planeta que proporcione tierra, hogar y trabajo para todos. Este es el verdadero camino hacia la paz, y no la estrategia tonta y miope de sembrar el miedo y la desconfianza ante las amenazas externas. Porque la paz real y duradera sólo es posible a partir de una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro configurado por la interdependencia y la corresponsabilidad de toda la familia humana (n. 127).

p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR


[1] Cf. Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace, Compendio della Dottrina Sociale della Chiesa, LEV, Città del Vaticano 2004: «Un umanesimo integrale e solidale» (nn. 1-19); «Il principio di solidarietà» (nn. 192-196); «Solidarietà tra i lavoratori» (nn. 305-309).

[2] Il Papa ha espresso più volte la sua opinione in merito alle armi e al disarmo, a titolo di esempio, tra i tanti, si veda: Evangelii gaudium (2013), n. 60; Fratelli Tutti (2020): nn. 29; 38; 188; 258; 260; 262; Discorso sulle armi nucleari, Nagasaki – Giappone (24.11.2019); Messaggio rivolto al 4° Forum di Parigi sulla Pace (30-10-2021) (in programma dall’11-13.11.2021); Messaggio in occasione della prima riunione degli stati parte al trattato sulla proibizione delle armi nucleari (21.06.2022); Discorso ai membri del corpo diplomatico accreditato presso la Santa Sede per la presentazione degli auguri per il nuovo anno (09.01.2023).

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