España: el Ecumenismo de la Caridad

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Del 18 al 25 de enero las diferentes Iglesias celebramos el octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos y, de alguna manera, somos llamados a reflexionar sobre la importancia del Ecumenismo en las Iglesias. Podríamos considerar el Ecumenismo como “la respuesta que el Espíritu Santo ha suscitado para superar las divisiones entre las Iglesias y comunidades eclesiales”, buscando la plena comunión visible.

Quizás los cristianos hablemos con demasiada facilidad del amor. Amar se dice pronto; pero estamos divididos. Año tras año oramos para salir de esta paralizante situación que roba credibilidad a la evangelización y quita coherencia a la predicación misionera. ¿Cómo salir de ahí?

Desde la Asamblea Misionera de Edimburgo, en 1910, las iglesias nacidas de la Reforma inician la dinámica ecuménica. En 1.948 nace el Consejo Mundial de Iglesias, en la convicción de que Cristo no está dividido ni quiere la división. El deseo de Jesús, expresado en el evangelio de Juan (Jn17,21), es que “todos sean uno”. La Iglesia Católica se unirá al movimiento ecuménico en el Concilio Vaticano II, (1962-65). A partir de ahí, algunos vamos comprendiendo que católico y ecuménico son sinónimos. Algunos pensamos que “ecuménico” expresa mejor la llamada a la universalidad. Pero no siempre hemos vivido en las Iglesias con esa atención. Quizás por eso nos sorprenda que este año Jubilar coincida con la celebración de los 1.700 años del primer Concilio ecuménico. Sí, hubo un concilio ecuménico en Nicea hace 1.700 años. ¡¡¡ Oye, 1.700 años!!! ¿Qué hemos hecho de esa búsqueda de unidad?

Es verdad que en este hoy de la Iglesia hay comunidades ecuménicas que dejan presentir una respuesta. Tanto la comunidad ecuménica de Taizé, como la comunidad monástica de religiosos y religiosas de Bose, son indicadores de que ya es posible superar las barreras levantadas por nuestras historias. Las Iglesias no pueden seguir negándose la comunión unas a otras, la acogida profunda, y a la vez permanecer en la queja recurrente de la falta de fecundidad de su predicación. ¿La Iglesia Misionera no tiene nada que hacer y decir?

Habrá que ayudar a Dios. No podemos conformarnos con el hecho institucional de una semana de oración al año. Habrá que ir más lejos. Además, algunas ideas se gastan, no dan más de sí. ¿Y si escucháramos con más seriedad esa voz que va sonando y habla del “Ecumenismo de la Caridad”?

Nuestra Congregación Redentorista tiene en su ser comunidad eclesial y misionera una realidad abierta. Alegra saber que hay redentoristas de diferentes ritos:

  • Bizantino (greco-católico de Ucrania, Eslovaquia y Canadá
  • Siro-Malabar: India
  • Caldeo: Irak
    Una alegría descubrir que lo hondo del ecumenismo, la unidad en la pluralidad, ya la estamos viviendo en la Congregación. Falta alimentarlo, expresarlo, ponerlo como un objetivo de la Misión. Los tiempos nuevos nos evidencian que ya no hay Misión sin la mirada ecuménica. Cierto secularismo nos recuerda que quizás estemos confundiendo fecundidad pastoral con proselitismo.

Desde nuestra parroquia, en este Octavario de Oración por la Unidad, ha aparecido la oportunidad de un gesto que actualiza el “Ecumenismo de la Caridad”: el envío de un camión con veinte mil kilos de comida para los hermanos ortodoxos de Ucrania. Es verdad que “la unidad de los cristianos no es solo un objetivo espiritual, sino una responsabilidad práctica. Nuestra fe común en Cristo nos impulsa a trabajar juntos para aliviar el sufrimiento y construir un mundo más justo y solidario”. De esta manera, con la colaboración de “Acoger y Compartir, Ayuda Contenedores, y Santísimo Redentor de Madrid, hacemos este envío de comida y ayuda humanitaria para los ortodoxos de Ucrania, a través del redentorista P. Andriy Raik, con destino a un refugio de madres e hijos en Zaporishzhia, familias de desplazados internos en Lviv, orfanato de Zaluchya, Kamianske, familias de soldados caídos en Lviv, Kyiv, Zaporishshia. Sí, la verdadera unidad cristiana se construye con actos de amor concreto que trasciendan las confesiones y las fronteras.

José Miguel de Haro, C.Ss.R.