Scala News ofrece en esta semana santa el artículo de p. Víctor Chacón CSsR publicado en la sección de Formación de la Revista Icono, que cada mes presenta temas de actualidad y reflexión cristiana. Aquí el artículo completo y más abajo el enlace de la Revista Icono.
Creemos en un Dios enfermero
Creemos en un Dios que quiere sanar a su pueblo, un Diosmédico o quizás enfermero, que siempre está más cerca del paciente y más en contacto con su piel y sus heridas, con su sufrimiento.
Hace ya algunos meses, empecé mi mañana como siempre, temprano en la sacristía leyendo la Palabra de Dios de ese día, preparando la misa que iba a celebrar a primera hora. Muchos días leo y me dejo sorprender por esa Palabra, pero aquel día Dios gritaba con fuerza y con insistencia su mensaje. Tocaba leer Isaías 30: “La luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure las llagas de sus golpes”. Y después el Salmo 146: “Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas”. Y para remate final Mateo 9, 35 y siguientes: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis”.
No era difícil percibir el mensaje de Dios aquel día, que era tan coherente como contundente y consolador. Creemos en un Dios que quiere sanar a su pueblo, que quiere cerrar su herida, hacer que cicatrice. “Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas”, es un Dios médico o quizás enfermero, que siempre está más cerca del paciente y más en contacto con su piel y sus heridas, con su sufrimiento.
El prefacio VIII de la misa también ayuda y nos hace ver a Jesús como Buen Samaritano: “Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado”. Necesitamos invocar más a este Dios sanador, acercarnos a Él, ir a su “consulta”. Estoy seguro que no nos hará esperar mucho. Aunque quizás el tratamiento no sea siempre el esperado.
Nos conviene recordar a San Ambrosio de Milán su enseñanza: «Tengo que recibirle siempre, para que siempre perdone mis pecados. Si peco continuamente, he de tener siempre un remedio». San Ambrosio usa la palabra “remedio” en el sentido del castellano clásico. ‘Remedio’ es aquel ungüento sanante que prepara en la farmacia el boticario, es por tanto, ¡medicina! San Ambrosio nos está diciendo que la Eucaristía es la medicina de aquellos que somos débiles y pecadores. Y, si dejara de tomar la medicina, empeoraría mi salud… ¡Cuánto daño han hecho en la Iglesia las predicaciones y catequesis que han alejado a los fieles de comulgar, de recibir la medicina!
Con falsos pretextos de pureza y dignidad alejaron a los creyentes de su medicina. Como si alguien pudiera presumir de pureza o creerse digno. Con San Pablo podemos advertir a algunos: “El que se crea muy seguro tenga cuidado no vaya a caer” (1 Cor 10, 12). Mejor caminar con humildad, pisar suavito el suelo y tomar la medicina que nos sana y nos une a Él.
Víctor Chacón CSsR
(Revista ICONO, de la editrial Perpetuo Socorro, No.4 Abril 2025)