La Resurrección de Cristo, nuestra verdadera esperanza

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1920

Mensaje de Pascua del Padre General a la Familia Redentorista


Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor
AÑO DEDICADO A LA MISIÓN
El Señor que nos envía como misioneros y peregrinos de la Esperanza en un mundo herido
Lc 4,16-19, Mc 6,7-12, Lc 9,2-6, Sal 130,7 Const. 1-20, Est. 01-020

Queridos Cohermanos, Formandos y Laicos Asociados a nuestra Misión:

  1. Celebramos el misterio de la Resurrección de Cristo, que se presenta como nuestra verdadera esperanza. El apóstol Pablo nos recuerda en su carta a los Romanos que “la esperanza no engaña” (Rom 5,5). Este es el fundamento firme sobre el que se asienta nuestra fe: la esperanza de que, por la muerte y resurrección de Jesús, estamos llamados a una vida nueva, a la victoria sobre la muerte y a la transformación de nuestro ser.
  2. Jesús, nuestra Esperanza, sigue caminando entre nosotros con su cuerpo herido pero glorificado, mostrándonos que la esperanza no se apaga, ni siquiera en medio de las dificultades, el dolor y el sufrimiento. Nos revela que la verdadera esperanza —la que nace de la cruz— es capaz de iluminar los caminos más oscuros, de dar fuerza en la adversidad y de empujarnos siempre hacia adelante. Ciertamente, esto requiere de nosotros un gran salto de fe.
  3. Estamos celebrando el gran Jubileo de la Esperanza. La esperanza no es una ilusión ni un mero deseo; es una virtud que, aun herida, persiste, se mantiene firme en su propósito y nos impulsa hacia lo alto, para que podamos contemplar el horizonte que se abre ante nosotros. Como Cristo resucitado, que nos precede en el camino hacia la vida eterna, estamos llamados a vivir una esperanza que transforma, que da sentido a nuestras vidas y que nos anima a no rendirnos nunca. Como misioneros redentoristas, estamos llamados —a la luz de la esperanza— a desarrollar la resiliencia necesaria para afrontar este mundo complejo y sus dificultades: fuertes en la fe, alegres en la esperanza y fervientes en la caridad, con un profundo celo apostólico (cf. Const. 20).
  4. Como Familia Redentorista, somos misioneros y peregrinos de esta esperanza. Estamos llamados a anunciar al mundo la buena nueva de la resurrección, a proclamar con nuestras vidas y con nuestro testimonio —incluso con nuestros cuerpos heridos— el poder de una esperanza que nunca falla, nunca se rinde y se renueva con cada amanecer. “La esperanza absoluta permite actuar de nuevo en el corazón de la desesperación más profunda. Está llena de una fe inquebrantable en que existe un sentido. Es precisamente la fe en la sensatez de tener una dirección y una postura frente a la negatividad”, nos recuerda el filósofo coreano Byung-Chul Han (Contro la società dell’angoscia: speranza e rivoluzione, Einaudi: Torino, 2025, p. 50). Como testigos del Redentor, luz del mundo, seguimos su misión de dar sentido y orientación, ayudando a las personas a descubrir la luz de la redención que nunca se apaga (cf. Communicanda 1/2024).
  5. En este tiempo de Pascua, renovemos nuestra confianza en la promesa de Cristo Redentor: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Que, como seguidores suyos, seamos siempre mensajeros de esperanza para el mundo, llevando en el corazón la luz que venció a las tinieblas y el amor que venció a la muerte.
  6. ¡Feliz y bendecida Pascua para todos ustedes! Que la esperanza de Cristo resucitado nos guíe y fortalezca en nuestra misión, junto con María y nuestros santos, beatos y mártires.

En Cristo Redentor, nuestra Esperanza Infinita,

P. Rogério Gomes, C.Ss.R.
Superior General