Borneo es a menudo llamado el Amazonas de Indonesia. El P. León, CSsR, quien sirve en esta vasta y remota región, comparte una historia de su reciente experiencia misionera. Esta vez, el viaje fue diferente.
Por lo general, el trayecto a la estación misionera en Hulu Batang Kawa transcurre sin contratiempos por tierra. Los caminos de tierra que serpentean cuesta arriba y cuesta abajo son bastante familiares, e incluso después de fuertes lluvias, las motocicletas pueden pasar, siempre y cuando no haya una inundación importante. Pero esta vez fue diferente. El camino estaba completamente sumergido, la corriente era fuerte e incluso el puente había desaparecido bajo la crecida del agua. Sin embargo, como siempre en la vida misionera, siempre hay otro camino, siempre y cuando el corazón no se rinda.
Esta vez, no estaba solo. Estaba con el Frater Herman, un seminarista que actualmente está en su Año de Orientación Pastoral en la Parroquia de San José en Kudangan, Diócesis de Palangka Raya, Borneo Central. Nuestro destino era la estación misionera de Karang Mas, donde teníamos previsto celebrar la misa conmemorativa del 40º día del difunto Sr. Musliadi.
La mañana del miércoles 11 de septiembre de 2025, partimos con entusiasmo. La motocicleta que usábamos —una pequeña Supra X— nos la había prestado un feligrés la noche anterior. Era más ligera y fácil de manejar que nuestra vieja motocicleta parroquial, que había tenido mejores días. La fuerte lluvia de la noche anterior había vuelto resbaladizos los caminos de tierra, pero decidimos seguir adelante de todos modos.
Aproximadamente una hora después de comenzar el viaje desde Kudangan, tras pasar por la aldea de Liku, el camino que teníamos por delante desapareció repentinamente bajo las aguas. Una inundación de dos metros de profundidad cubrió todo el tramo, e incluso el puente desapareció. Nos detuvimos. La zona estaba en silencio. No se veían vehículos. El camino estaba completamente intransitable.
Me volví hacia Frater Herman y le dije: «Volvamos a donde hay señal para poder contactar con la gente de Karang Mas».
Regresamos unos 30 minutos después a la aldea de Spoyu, donde por fin pudimos tener señal. Desde allí, llamé al Sr. Dihin, el líder laico local de Karang Mas. Tras enterarse de nuestra situación, con calma ofreció una solución:
“Bueno, Padre, lo recogeremos en klotok”.
Y así sucedió. Esperamos en la aldea de Liku. Unos 30 minutos después, el Sr. Dihin llegó en su pequeño bote de madera, el klotok. Dejamos la motocicleta en casa de la Sra. Denny, profesora de religión católica local, y subimos al bote para continuar nuestro viaje por el crecido río Batang Kawa.
Lo que suele ser un viaje tranquilo se convirtió en toda una aventura. La corriente era fuerte, grandes troncos flotaban río abajo y, en varias ocasiones, nuestro pequeño bote chocó con trozos de madera arrastrados por la inundación. De vez en cuando me giraba para mirar al Sr. Dihin, quien permanecía tranquilo al timón. Al ver mi rostro preocupado, sonrió y simplemente dijo: “Todo está bien, Padre”.
Esas pocas palabras se sintieron como una oración en medio de las aguas embravecidas.
Durante una hora y media, navegamos río abajo, rodeados de imponentes árboles y el rugido del agua. Finalmente, tras luchar contra la corriente, llegamos sanos y salvos a Karang Mas. Tras un breve descanso en casa del Sr. Dihin, celebramos la misa conmemorativa con la comunidad.
Después de la misa, la gente preparó una comida sencilla. El ambiente estaba lleno de alegría. Presenté al Frater Herman a la comunidad y sus rostros se iluminaron de emoción. En zonas de misión como esta, la visita del sacerdote no se trata solo de liturgia; es un signo vivo del amor y la presencia de Dios que fortalece la fe de la gente. A veces, la comunidad solo puede ser visitada una vez al mes, o incluso cada dos o tres meses, pero siempre nos reciben con un corazón abierto.
Esta vez, el viaje fue realmente diferente: el camino estaba cerrado, la corriente era fuerte y llegar al destino requirió un gran esfuerzo. Sin embargo, esta experiencia nos recordó una vez más: en la misión, los obstáculos no son barreras, sino oportunidades para descubrir nuevas maneras de proclamar el amor de Dios.
P. León Peuma, CSsR. y el p. Willy Ng Pala, CSsR.







