Carta del Superior General con motivo de la fiesta de San Clemente dedicando un año a la Formación

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Bajo la protección de San Clemente, abrimos el año dedicado a la formación para la misión – escribe el P. Rogério Gomes en su Carta con motivo de la Fiesta de San Clemente Maria Hofbauer que se celebra el 15 de marzo de cada año. – Es un año para tomar conciencia de nosotros mismos y reinventarnos como personas, como religiosos y como comunidad, inmersos en un proceso de apertura al mundo y al Señor que nos llama.
El P. General continúa así el proyecto adoptado con su Consejo para este sexenio: dedicar cada año a la reflexión sobre temas relevantes para nuestra Congregación, nuestra identidad y nuestra misión, que surgieron durante el 26º Capítulo General y fueron incluidos en su documento final.


Roma, 15 de marzo de 2024

Fiesta de San Clemente María Hofbauer

Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor
AÑO DEDICADO A LA FORMACIÓN PARA LA MISIÓN

El Señor que nos instruye para reavivar el don de Dios que habita en nosotros
Const. 77-90, EG. 050-085; Mt. 10,5-15, Lc. 9,1-6, 2 Tm. 1,6

QUERIDOS COHERMANOS, FORMANDOS Y LAICOS ASOCIADOS A NUESTRA MISIÓN,

1. En este día, al celebrar la fiesta de San Clemente María Hofbauer, es preciso recordar que Clemente es una inspiración para nuestra misión. No tuvo miedo de su tiempo ni de los obstáculos históricos, más bien los convirtió en una oportunidad para dialogar con todas las clases sociales, desde los más sencillos en los ambientes de la pobreza, hasta los nobles y burgueses, los intelectuales, los artistas, los obreros, los estudiantes, los profesores, los hombres, las mujeres y prelados. Trabajó con los laicos para que formaran a otros laicos, ejerció el apostolado de la comunicación y buscó anunciar el Evangelio de manera siempre nueva, lo que se reflejaba en el cuidado de las homilías y en su celo por la liturgia. Igualmente, se dedicó a la formación de niños, jóvenes y adultos, para que pudieran desarrollar no sólo la dimensión de la fe, sino también su propia humanidad.

2. Como afirma Heinzmann:

Hofbauer se esforzó por realizar el ideal de un redentorista: su anhelo era ser misionero en el sentido de su vocación y de su misión; sólo temía una cosa: ser infiel. No se lanzó a la pastoral llevado de una fiebre absurda, sino que como misionero y como redentorista se situó en una alborotada época de la historia del mundo, y tuvo el buen sentido de investigar la voluntad y designios de Dios en los acontecimientos y situaciones concretas. Tuvo el vigor de no desperdiciar el tiempo sino de captar el momento oportuno para Dios. Fue suficientemente libre para amoldar su método de apostolado porque sabía que era un humilde instrumento en manos del Salvador […]. No lo embriagaban sus éxitos, y en los mil fracasos y persecuciones permanecía tranquilo y disponible. Este hombre apostólico sabía que Dios está presente en la historia, y que ‘En Él hay copiosa redención’, como reza la divisa de la Congregación redentorista. (1)

3. Bajo la protección de San Clemente, abrimos el año dedicado a la Formación para la Misión. Es un año para tomar conciencia de nosotros mismos y reinventarnos como personas, como religiosos y como comunidad, inmersos en un proceso de apertura al mundo y al Señor que nos llama, dialogando sobre nuestros procesos formativos, partiendo de la formación inicial, con la ayuda del Secretariado de Formación; y también abriendo espacios para reflexionar y dar pasos en el ámbito de la formación permanente, bastante escasa en nuestra Congregación. En muchas (Vice) Provincias aún no existe un programa de formación permanente. Se prefiere participar en eventos diocesanos de formación, lo cual es muy importante, pero éstos no tienen como referente los asuntos propios de nuestro carisma y de la vida redentorista, lo que, sin duda, va minando poco a poco nuestra identidad redentorista.

4. La pregunta que cada uno de nosotros debe hacerse con gran sinceridad, sin culpar a nadie, es: ¿la formación es importante para mi vida personal, comunitaria y misionera? ¿De qué manera los problemas de la sociedad postmoderna me desafían a formarme? ¿Cómo contribuyo con mi esfuerzo a mantener una formación permanente a la formación inicial de mi (Vice) Provincia? Esta debería ser una preocupación para todos nosotros, congregados y formandos, en nuestras diferentes etapas de formación. El XXVI Capítulo General afirmó que “la promoción vocacional y la formación, tanto inicial como permanente, han de ser una prioridad fundamental de la Congregación” (Documento final, n. 40).

5. Pido a los Superiores (Vice) Provinciales, Regionales, de Misión, de Comunidad y a los Formadores, que animen a las comunidades religiosas y a los formandos a promover encuentros formativos que nos ayuden a profundizar nuestro acercamiento con el misterio del Redentor y al mismo tiempo ampliar nuestros horizontes de la Vida Redentorista y su misión. Exhorto a cada Cohermano, a cada comunidad religiosa y a cada casa de formación a vivir estos espacios con intensidad y a profundizarlos a lo largo del año. Aunque se le da mayor importancia a este aspecto, no significa que se olviden los demás temas,(2) porque todos ellos están interrelacionados. Por ejemplo, la vida comunitaria está vinculada a la formación, a la misión, al servicio de liderazgo y a la vida espiritual, así como a los demás temas.

6. Este año es una invitación para que, como auténticos discípulos, nos acerquemos más al Señor que nos instruye para reavivar el don de Dios que habita en nosotros para que podamos proclamar con alegría la abundante redención. Si queremos ser ‘misión’ (cf. Evangelii gaudium, n. 273), primero debemos aprender del Redentor que un día tocó nuestros corazones y nos llamó a estar con Él. De lo contrario, nuestra misión será una cuestión de hacer cosas, que con el tiempo se volverán vacías y carentes de sentido. Como punto de partida, sugiero los siguientes textos: Const. 77-90, EG. 050-085; Mt. 10,5-15, Lc. 9,1-

6, 2 Tim. 1,6, los cuales nos invitan a asumir nuestro proceso formativo como una misión personal y comunitaria que a la vez nos capacita para la misión del Redentor.

7. Aprovechando este año dedicado a la Formación, el Gobierno General hace un llamado a concretizar la decisión n. 30 del XXV Capítulo General, así como a responder a las exigencias del XXVI Capítulo General sobre la Formación para la Misión (Documento Final, n. 40-48; decisiones 1-4; Directivas 22-36) y, al mismo tiempo, teniendo en cuenta las necesidades urgentes de la Congregación, nos invita a todos a llevar a cabo en nuestras Unidades y Conferencias una seria evaluación de todos los niveles de formación, tanto inicial como permanente. El propósito de esta evaluación es examinar la calidad de nuestra formación Redentorista: ¿Es nuestra Formación verdaderamente Redentorista en su esencia, naturaleza, alcance y objetivo? ¿Es Formación para la Misión?

8. Hay algunas situaciones que preocupan, por ejemplo, los cambios constantes de formadores que dificultan el acompañamiento de los formandos; la falta de continuidad en los programas de formación de una etapa a otra según la Ratio Formationis, la promoción vocacional que no habla de la vocación de los Hermanos, la falta de un proyecto de formación en muchas casas de formación, dejándola únicamente en manos de los institutos o facultades de teología. No es obligación primera del instituto o facultad de teología ofrecer formación sobre la vida consagrada y el carisma de la Congregación ¡Esto es el deber de la Casa de Formación!

9. Muchos cohermanos confunden formación permanente con especialización. La formación permanente va más allá, pues es para toda la vida. La formación permanente es el proceso que comienza cuando entramos en una casa de formación y se desarrolla a lo largo de nuestra vida desde el punto de vista personal, comunitario y (vice) provincial, como dinámica de conversión personal, de comprensión y profundización de nuestra consagración como respuesta discipular al Señor que llama y al compromiso con su misión en favor del Pueblo de Dios. Por lo tanto, va más allá de la formación intelectual-académica. Toca todas las esferas de nuestra vida. Si esto es así, la calidad de nuestra formación inicial influirá en nuestra formación permanente. La formación permanente no es para nosotros un apéndice, está íntimamente ligada a nuestro ser y misión.

10. La formación no es sólo algo de carácter intelectual. Se trata de alimentar el espíritu para fortalecer nuestro celo misionero y nuestra alegría de ser Redentoristas (cf. Const. 2, 20, 33, 80). De ahí que, es importante aprovechar este tiempo para profundizar en nuestra rica espiritualidad redentorista. Si no tomamos como referente de estudio las Sagradas Escrituras, los escritos de nuestros santos, nuestras Constituciones y la variedad de escritos de tantos cohermanos que han profundizado en temas redentoristas, ¿cómo podremos crear una identidad fuerte y creativa que no sea una repetición del pasado, sino que nos lleve a una renovación de nuestra misión? En la vida redentorista, no hay misión sin comunidad, experiencia de Dios y formación permanente.

11. Es bueno que nos preguntemos: ¿Han sido nuestras comunidades lugares de formación? ¿Nuestras casas de formación llevan nuestros jóvenes a darse cuenta de que necesitan formarse, no sólo para la profesión religiosa o el ministerio sacerdotal, sino para ser libres y fieles en Cristo (cf. Gál.

5,1), portadores de un carisma que, sin perder su originalidad, pueda ser experimentado, interpretado y compartido con los hombres y mujeres de nuestro tiempo? Así, para nosotros la formación no es sólo algo que nos cualifica desde el punto de vista ministerial, sino que alimenta nuestra vocación de ser continuadores del Redentor en el mundo de hoy, encarnándonos en Él y estando al lado de los más pobres y abandonados. Sólo así, podremos ser la luz del mundo (cf. Mt 5,14).

12. En un contexto con tantas cuestiones cruciales en distintos ámbitos de la vida de las personas, por citar sólo un ejemplo, en el campo de la moral y la bioética (nuevos modelos de familia, sexualidad, etc.), si no nos mantenemos actualizados estamos haciendo un débil favor al Pueblo de Dios. Es una cuestión de conciencia personal y colectiva como formadores de conciencia. No tendremos respuestas mágicas y universales, pero si al menos adquirimos la capacidad de dialogar y escuchar a nuestros interlocutores, eso ya es un gran paso. En este sentido, es importante que nuestras (Vice) Provincias y Regiones elaboren su programa anual de formación permanente y que las comunidades asuman también esta tarea a nivel local para hacer frente a los retos que se les plantean.

13. Como San Clemente, también nosotros debemos contribuir a la formación de nuestros oblatos y laicos asociados a nuestra misión, para que también ellos puedan ser evangelizadores desde la realidad que viven. Además, ellos pueden contribuir a nuestra formación, tanto desde sus competencias profesionales, como desde su manera de vivir el Evangelio. Nuestro carisma es una fuente inagotable, es un don del Espíritu que se nos ha dado; por eso, debemos compartirlo como forma de vida y misión con los laicos para que formen con nosotros, congregados, un cuerpo misionero que irradie al Redentor en el mundo.

14. Por último, quisiera destacar algunos frutos de la formación permanente nuestra dimensión personal, en la vida comunitaria y en la misión:

a) Rompe con nuestra prepotencia, pensando que ya lo sabemos todo y no necesitamos actualizarnos.

b) Amplía nuestra visión del mundo para que no veamos la realidad sólo desde un punto de vista, sino que leamos los signos de los tiempos y dialoguemos con los contextos culturales actuales.

c) Madura y renueva en nosotros el carisma del fundador, para que podamos vivirlo y comunicarlo a las nuevas generaciones como un tesoro que nos ha dado el Espíritu.

d) Nos ayuda a comprender y consolidar nuestra identidad redentorista, basada en el misterio de Cristo Redentor que sostiene y alimenta nuestra consagración.

e) Nos llama a la caridad pastoral con nuestros interlocutores, quienes merecen lo mejor de nuestra reflexión con sencillez de lenguaje, pero con densidad espiritual y teológica que toca y transforma el corazón humano.

f) Nos estimula a repensar nuevos métodos de misión y nuestro lenguaje a partir de nuestro carisma y espiritualidad.

Que San Clemente y nuestra Madre del Perpetuo Socorro, Madre de la Sabiduría, nos ayuden a ser verdaderos discípulos y misioneros de la esperanza tras las huellas del Redentor.

Fraternalmente en Cristo Redentor,

P. Rogério Gomes, C.Ss.R.
Superior General

Original: español


(1) HEINZMANN, José. Nuevo anuncio del Evangelio: Clemente María Hofbauer. Bogotá: Editorial Kimpres Ltda, 2008, p. 159.

(2) Temas de cada año: comunidad, formación, misión, liderazgo, espiritualidad y revisión de vida.

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