Padre general: la misión del hermano es, ante todo, un compromiso de servicio en la construcción de una comunidad cristiana

0
1056

En la víspera de la fiesta de San Gerardo Majella, el Padre Rogério Gomes, Superior General, se reunió, vía internet, con más de 150 Hermanos de las diversas unidades de nuestra Congregación Redentorista. Durante el encuentro, el Padre General compartió una reflexión sobre la vocación del Hermano.

Entre otras cosas, dijo: «La identidad del hermano religioso consiste en una vocación libre y consciente a la vida consagrada, como respuesta al bautismo, que se distingue por el llamado a vivir la fraternidad y el servicio al prójimo, encarnando la presencia de Cristo en medio del Pueblo de Dios, especialmente entre los más necesitados. La misión del hermano es, ante todo, un compromiso de servicio en la construcción de una comunidad cristiana, donde el valor humano no se mide por los roles jerárquicos, sino por el espíritu de compartir, de acogida y de solidaridad.».

El padre Rogério Gomes recordó que «ser hermano redentorista implica una amplia gama de actividades que están en consonancia con nuestro carisma. La profesionalización de los hermanos es fundamental en diferentes ámbitos, como el trabajo social, el derecho, la psicología, la comunicación, la enfermería y la administración, entre otros. Sin embargo, esto no debe convertirse en un imperativo. (…) Creo que San Gerardo es muy relevante para nosotros y puede enseñarnos a ser misioneros redentoristas fundamentados en la sencillez, en una profunda espiritualidad y en el encuentro con los demás, sin distinción de personas.”

El Padre General agradeció a los hermanos su testimonio de vida y su dedicación a la misión redentorista, que se basa en el anuncio de la abundante redención a los más pobres y marginados, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Les dijo: «Ustedes, fieles a la misión de proclamar la Buena Nueva a los más necesitados, son un signo vivo del amor redentor de Dios en el mundo. Reconocemos con gratitud la labor pastoral y misionera que realizan, especialmente en las misiones populares, santuarios, parroquias, centros de espiritualidad, sacristías, proyectos sociales y centros de migración. En estos lugares promueven la dignidad humana, la acogida y la justicia, siempre guiados por un espíritu de fraternidad y servicio, donde su presencia sana tantas heridas y fortalece la fe de muchos. Los hermanos redentoristas, con su testimonio de vida sencilla y comprometida, son misioneros de esperanza, siguiendo las huellas del Redentor, y deben ser un recuerdo vivo de ello también para el clero.»

El encuentro también creó un espacio para el intercambio fraterno entre los participantes.

A continuación se publica íntegramente el mensaje del Padre General a los Hermanos.


Mensaje con ocasión del Encuentro en línea con los Hermanos Redentoristas

Queridos Hermanos,

  1. Es una gran alegría para nosotros, en el Gobierno General, encontrarnos con ustedes en la víspera de la fiesta de nuestro querido hermano, San Gerardo Mayela, un gran misionero de nuestra Congregación, quien modeló su vida a través de la oración, la vida fraterna en comunidad y la ayuda a los más pobres y abandonados. A pesar de la distancia histórica y las diferencias de contexto, San Gerardo continúa siendo una fuente de inspiración para todos nosotros, los misioneros redentoristas. En este encuentro, no hablaré directamente de San Gerardo, pero me gustaría aprovechar esta oportunidad para dejarles un mensaje de aliento en su vida consagrada y en su misión, queridos hermanos misioneros redentoristas.
  2. La vida consagrada se enfrenta a profundas transformaciones en el contexto contemporáneo, impulsadas por cambios culturales, sociales y eclesiales. El modelo tradicional, arraigado en estructuras rígidas y centrado en la disciplina, está dando paso a formas más flexibles y dialogantes, en sintonía con los valores de autonomía, diversidad y servicio a la humanidad. La creciente secularización desafía a las comunidades consagradas a redefinir su lugar en la sociedad, buscando relevancia en una cultura que valora la subjetividad y el individualismo. Además, la disminución de vocaciones y el envejecimiento de los miembros profesos, junto con la desaparición de algunas congregaciones, exigen una renovación tanto del carisma como de la misión, obligando a adaptarse a nuevas formas de evangelización y de presencia profética, con el objetivo de encontrar una nueva identidad.[1] O’Murchu afirma que el ciclo de una congregación es de aproximadamente 300 años, tiempo en el cual o se renueva o desaparece.[2] Así, para mantenerse fiel a su esencia, la vida consagrada necesita ser capaz de reimaginarse, permaneciendo anclada en el Evangelio, pero también abierta a los signos de los tiempos y a las nuevas exigencias espirituales y pastorales del Pueblo de Dios. Este Pueblo de Dios experimenta “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias […] sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, [que] son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1).
  3. La sociedad contemporánea se caracteriza por su fluidez, como señala Bauman, marcada por un cambio constante de valores, roles e instituciones. En este escenario, las certezas del pasado son frecuentemente reemplazadas por una multiplicidad de opciones, y el “ser” cede ante el “hacer y aparecer”. Esto genera una profunda crisis de identidad a distintos niveles. La inestabilidad en las relaciones, los lazos comunitarios y la concepción de la verdad favorecen el individualismo y la fragmentación, dificultando el sentido de pertenencia y continuidad. En un mundo donde las identidades se ven como construcciones temporales y mutables, la noción de una identidad estable y perenne está en crisis, lo que lleva a muchos a una búsqueda incesante de reconocimiento y autoafirmación.Esta fluidez, como nos recuerda Bauman, se manifiesta en todos los ámbitos: religioso, social, profesional, personal y relacional, provocando angustia y una sensación de desarraigo, a medida que las viejas formas de comprensión personal y comunitaria pierden su capacidad de regulación y normalización. Aquí me pregunto si no es esta la razón por la que muchos cohermanos abandonan la vida consagrada y sacerdotal, o por la que algunos hermanos religiosos se dedican al ministerio sacerdotal. Si nos guiamos por una sociedad que valora el “hacer” y el “aparecer”, es evidente que el “ser” se convierte en una realidad oculta, parte del misterio humano.
  4. a Iglesia, en general, sigue fuertemente centrada en el ministerio sacerdotal, lo que refuerza una visión jerárquica y sacramental de su misión y estructura. Aunque este énfasis tiene fundamentos teológicos, a menudo oscurece el papel esencial de los hermanos religiosos y los laicos en la vida eclesial, relegándolos a posiciones secundarias o meramente asistenciales. Esta dificultad para pensar más allá de una lógica predominantemente sacramental impide que la Iglesia aprecie plenamente la diversidad de vocaciones y ministerios que conforman el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Cor 12, 12). Esta visión limita el papel de los laicos, especialmente en los ámbitos de liderazgo y evangelización, y también margina el rol profético y fraterno de los hermanos religiosos, cuya vocación se orienta más hacia el testimonio silencioso de la fraternidad y el servicio, que hacia el ministerio sacramental.
  5. La identidad del hermano religioso consiste en una vocación libre y consciente a la vida consagrada, como respuesta al bautismo, que se distingue por el llamado a vivir la fraternidad y el servicio al prójimo, encarnando la presencia de Cristo en medio del Pueblo de Dios, especialmente entre los más necesitados. La misión del hermano es, ante todo, un compromiso de servicio en la construcción de una comunidad cristiana, donde el valor humano no se mide por los roles jerárquicos, sino por el espíritu de compartir, de acogida y de solidaridad. “La vocación y la identidad del religioso hermano adquieren significado en esta dinámica, que es, al mismo tiempo, integradora y complementaria de los diversos ministerios, pero también promotora de signos proféticos”.[3] Los hermanos redentoristas comparten la misma misión que los clérigos de la Congregación, pero expresan esa misión de una manera única, a través del trabajo pastoral, educativo, social y misionero, siendo profetas de una Iglesia inclusiva y solidaria, donde la fraternidad es la clave de todo.
  6. os hermanos religiosos asumen un papel profético esencial en el contexto eclesial actual, presentando una forma de ser Iglesia que no se basa en la jerarquía, sino en la vivencia radical de la fraternidad. Como afirma el documento Identidad y misión del religioso hermano en la Iglesia, “la identidad del hermano es un misterio de comunión para la misión. En el centro de esta triple perspectiva está el corazón de la identidad del religioso hermano, a saber: la fraternidad, como don que recibe (misterio), don que comparte (comunión) y don que entrega (misión)”.[4] Su testimonio desafía las estructuras eclesiásticas tradicionales, promoviendo una visión inclusiva y comunitaria, donde el valor del individuo no depende de su posición dentro de una jerarquía ni de su hacer, sino de su capacidad de amar y servir. Esta postura crítica y alternativa a la centralización del poder clerical es una llamada urgente para que la Iglesia redescubra su esencia como Pueblo de Dios, en la que todos están llamados a ser discípulos-misioneros, compartiendo por igual la misión y la responsabilidad por el Reino de Dios.
  7. Queridos hermanos, los animo, en su ser religioso, a fortalecer su identidad y misión dentro de la Congregación, subrayando la riqueza y singularidad de la vocación del hermano en la Iglesia. Se trata de reafirmar constantemente su papel fundamental de presencia activa y profética en medio del Pueblo de Dios, destacando que su contribución es tan indispensable como la de los ministros ordenados, sin caer en una visión dualista de “nosotros y ustedes”. “Antes que en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal”.[5] La Congregación respira con dos pulmones y somos un solo cuerpo misionero (cf. Const. 2). Por ello, debemos cambiar esa mentalidad de que existen dos clases dentro de la Congregación. Somos misioneros redentoristas que nos complementamos en el anuncio del Evangelio. Es esencial que, desde el carisma redentorista y sus actividades misioneras, comuniquen el valor y el testimonio específico de su vida consagrada, mostrando que su vocación no es solo funcional, sino esencial para la vida apostólica de la Congregación.
  8. Los hermanos deben ser activos promotores vocacionales, presentando con entusiasmo la figura del hermano misionero redentorista como un signo de fraternidad, sencillez y servicio comprometido. A través de su ejemplo de vida, pueden suscitar nuevas vocaciones, haciendo que otros se den cuenta de que la misión redentorista se realiza no solo en el ministerio sacerdotal, sino también en el testimonio de fraternidad y en la presencia solidaria con los más pobres y abandonados. 
  9. Me gustaría recordarles que ser hermano redentorista implica una amplia gama de actividades que están en consonancia con nuestro carisma. La profesionalización de los hermanos es fundamental en diferentes ámbitos, como el trabajo social, el derecho, la psicología, la comunicación, la enfermería y la administración, entre otros. Sin embargo, esto no debe convertirse en un imperativo. Debemos estar atentos para no correr el riesgo de profesionalizarnos en hacer cosas y olvidar nuestra consagración, que se basa en el misterio de Cristo Redentor. Asimismo, es importante no crear una mentalidad de división entre los hermanos formados y los que no lo están. En la Congregación hay lugar para todos aquellos que deseen servir, ya sea en la puerta, en la huerta, en el jardín, en la sacristía, o como profesores universitarios e investigadores. No debemos dejarnos llevar por el canto de sirena del “hacer y aparecer”, ya que esto puede conducirnos al profundo mar de la pérdida de identidad y al vacío. Esta mentalidad puede combatirse con una vida espiritual profunda y una convivencia fraterna. Creo que San Gerardo es muy relevante para nosotros y puede enseñarnos a ser misioneros redentoristas fundamentados en la sencillez, en una profunda espiritualidad y en el encuentro con los demás, sin distinción de personas.
  10. Queridos hermanos, en nombre de la Congregación, les agradezco profundamente su testimonio de vida y su dedicación a la misión redentorista, que se basa en el anuncio de la abundante redención a los más pobres y marginados, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Ustedes, fieles a la misión de proclamar la Buena Nueva a los más necesitados, son un signo vivo del amor redentor de Dios en el mundo. Reconocemos con gratitud la labor pastoral y misionera que realizan, especialmente en las misiones populares, santuarios, parroquias, centros de espiritualidad, sacristías, proyectos sociales y centros de migración. En estos lugares promueven la dignidad humana, la acogida y la justicia, siempre guiados por un espíritu de fraternidad y servicio, donde su presencia sana tantas heridas y fortalece la fe de muchos. Los hermanos redentoristas, con su testimonio de vida sencilla y comprometida, son misioneros de esperanza, siguiendo las huellas del Redentor, y deben ser un recuerdo vivo de ello también para el clero.

Que el hermano Gerardo, quien se hizo santo por su sencillez y por buscar hacer la voluntad de Dios en su vida cotidiana, nos ayude a todos los misioneros redentoristas a ser una congregación que viva verdaderamente la fraternidad como principio evangélico. Que María, Madre del Perpetuo Socorro, proteja a cada uno de ustedes.

P. Rogério Gomes, C.Ss.R
Superior General

Roma, 15 de octubre de 2024

Texto original: español


[1] Cf. TACCONI, Giuseppe. Alla ricerca di nuove identità. Formazione e organizzazione nelle comunità religiose di vita apostolica attiva nel tempo di crisi. Leumann (TO): Elledici, 2001, p. 38-45.

[2] Cf. O’MURCHU, Diarmuird. Refundar la vida religiosa en el siglo XXVI. Madrid: Sirena de los Vientos, 2020/ Religious Life in the 21st century: the prospect of refounding. USA: Orbis Book, 2016.

[3] CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. Identidad y misión del religioso hermano en la Iglesia, n. 12.

[4] CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. Identidad y misión del religioso hermano en la Iglesia, n. 4.

[5] CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. Identidad y misión del religioso hermano en la Iglesia, n. 28.