(del Blog de la Academia Alfonsiana)
El teólogo dominico inglés Herbert McCabe decía que toda cuestión moral seria es una cuestión de quién sale perjudicado. Si aplicamos esta afirmación a la ideología, debemos concluir que se trata de una cuestión moral enorme. Si computamos el número de muertos y heridos a causa de ideologías como el comunismo, el nazismo, el fascismo, el capitalismo, el colonialismo, el imperialismo, etc., llegaremos a una cifra astronómica de víctimas. El objetivo de esta serie de artículos es reflexionar sobre las complejas dimensiones morales de las diversas ideologías. En este primer artículo nos plantearemos una pregunta preliminar nada sencilla: ¿qué es una ideología?
¿Qué es una ideología?
“Cualquier sistema amplio de creencias, formas de pensamiento y categorías que sirven de base a programas de acción política y social: una ideología es un esquema conceptual con una aplicación práctica”.
“…una forma de filosofía social o política en la que los elementos prácticos son tan prominentes como los teóricos. Es un sistema de ideas que aspira tanto a explicar el mundo como a cambiarlo”.
“Una ideología es un conjunto de creencias o filosofías atribuidas a una persona o un grupo de personas, especialmente aquellas sostenidas por razones que no son puramente epistémicas”.
Estas tres definiciones de ideología, tomadas al azar de diccionarios de inglés estándar, servirán aquí para identificar una serie de características clave de una ideología que, en conjunto, deberían profundizar nuestra comprensión de este término escurridizo.
Una primera característica de la ideología es que puede utilizarse como término neutro o peyorativo. Cuando Antoine Destutt de Tracy acuñó el término “idéologie” alrededor de 1795, era ciertamente neutral, indicando simplemente “la ciencia de las ideas”. Fue Napoleón Bonaparte quien utilizó por primera vez el término en un sentido negativo cuando se refirió a De Tracy y compañía como “ideólogos”, es decir, pensadores abstractos incapaces de una acción efectiva en el mundo real. Karl Marx alteró y profundizó esta connotación negativa al denunciar como ideología todas las formas de pensamiento que, según él, enmascaraban la verdadera naturaleza de las condiciones de producción. Desde entonces, el término ha conservado ambas connotaciones (lo que se pretende suele quedar claro en el contexto). Es difícil ver la justificación de un término especial, “ideología”, si todo lo que se quiere decir es un sistema de ideas. Por esta razón, en esta serie el término tendrá una connotación negativa.
Una segunda característica que surge en estas definiciones es el vínculo entre ideas y acciones. Hannah Arendt insiste en que en toda filosofía política, como en toda la vida, las ideas y las acciones están íntimamente ligadas. La dificultad es explicar cuál es la diferencia en la forma en que se vinculan en la ideología en comparación con la teoría política ordinaria. La tendencia en la ideología (entendida en el sentido negativo) es tomar una o más ideas aisladas de otras y entenderlas de una manera reductiva y totalizadora. Esta idea reductiva se coloca entonces en el centro de un plan de acción, a menudo de hecho de un programa político.
Una tercera característica de la ideología en estas definiciones es su naturaleza corporativa. Si bien es posible pensar en un individuo con una ideología personal, es mucho más común encontrar la ideología como una fuerza vinculante dentro de una colectividad (un grupo, un partido político, un pueblo). La ideología a menudo proporciona a la colectividad su identidad, en particular mediante un rechazo común a quienes piensan de manera diferente. La colectividad que se forma en torno a una ideología tenderá a perseguir sus propios intereses y, por lo tanto, entrará en conflicto con colectividades rivales.
Sobre la base de estas características, podríamos aventurar la siguiente comprensión de la ideología, que en futuros artículos aplicaremos a ideologías específicas: Una ideología implica el uso reductivo de ciertas ideas por parte de una colectividad para perseguir sus propios intereses, a menudo en forma de un proyecto político.
Prof. Martin McKeever CSsR