Aborto y comunión

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

La actitud del pueblo cristiano hacia el aborto ha sido clara y constante a lo largo del tiempo y la enseñanza de la Iglesia ha sido igualmente clara y constante: el aborto es un “crimen nefasto” – así leemos en Gaudium et spes 51 – como supresión de una vida humana en su comienzo y es tanto más grave si pensamos que esta vida inocente está totalmente confiada a nuestras manos por Dios. El rechazo del aborto se impone a la conciencia no solo a la luz de la fe, sino también a la luz de la razón humana.

 Desde los años 60, las leyes permisivas sobre el aborto han comenzado a abrirse camino en muchos países occidentales y en consecuencia ha surgido el problema general de la adhesión de los católicos y, en particular, de los políticos católicos, a grupos y partidos que tienen aspectos cuestionables en el programa o incluso inaceptable con respecto al aborto y otros problemas éticamente significativos como la eutanasia. En 1974, la declaración sobre el aborto provocado decía que “el derecho humano puede renunciar al castigo, pero no puede hacer honesto y bueno lo que va en contra al derecho natural” (De abortu procurato 21: “Lex humana nonnumquam omittere potest poenam, at reddere non valet honestum et probum id quod ius naturale transgreditur”).  Evangelium vitae, en 1995, había dado unos criterios concretos para juzgar si un político católico podía intervenir y ayudar a aprobar una ley sobre el aborto menos permisiva y, por tanto, objetivamente mejor que otra más imperfecta (cf. EV 73). Nos movemos – está claro – en un terreno delicado y es necesario un discernimiento prudente para no convertirnos en cómplices de muerte y causa de escándalo. Sobre este punto hay una Nota sobre el compromiso de los católicos en la vida política publicada en 2002 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces guiada por el cardenal Joseph Ratzinger. Las situaciones concretas nunca son completamente iguales y requieren evaluaciones cuidadosas y detalladas para que el realismo y la necesidad de mediación que forman parte de cualquier acción política no caigan en un relativismo deletéreo, confundido con pluralismo legítimo, de modo que un político llegue a profesar una doble verdad moral, privada y pública.

Hasta 1973 en Estados Unidos el aborto estaba regulado de diferentes formas en varios estados y en 30 de ellos siempre estuvo prohibido, pero en enero de 1973 la Corte Suprema dictó una decisión con 7 a favor y 2 en contra, conocida como Roe vs. Wade, que estableció que la Decimocuarta Enmienda implica un “derecho a la privacidad” que protege el derecho de la mujer a elegir si desea o no tener un aborto. Se formaron así dos frentes motivados y activos en la sociedad estadounidense: pro-life, por la vida y contra el aborto, y pro-choice, por el derecho de las mujeres a poder elegir el aborto. En los últimos tiempos, los obispos estadounidenses han planteado el problema de los políticos católicos que, militando en las filas del Partido Demócrata, se encuentran apoyando una línea programática a favor del aborto. En 2004, el cardenal Ratzinger, respondiendo a una pregunta específica del presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense, escribió una carta confidencial, pero disponible en Internet – que dio indicaciones sobre nuestro tema: ¿puede un sacerdote dar la comunión a un político conocido por estar a favor del derecho a elegir el aborto? Aquí no se trata de la excomunión que, según el canon 1398, afecta a quienes procuran el aborto o cooperan directamente en su realización, sino que se refiere, de manera más amplia, a quienes colaboran, aunque sea moralmente, en el aborto. Por colaboración moral en el aborto, en el caso de un político -como explica la carta- nos referimos a la promoción de campañas de opinión a favor del aborto o al voto de leyes permisivas sobre el aborto. Un Pastor debe entablar un diálogo con ese político sobre la comunión, para discernir juntos su posición y verificar honestamente si se dan las condiciones necesarias para acercarse dignamente a la sagrada comunión. El problema volvió a surgir con el nombramiento como presidente de Estados Unidos de Joe Biden quien, después de John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), es el segundo presidente católico y quien comulga habitualmente. Como parte de un documento sobre La Eucaristía en la vida de la Iglesia, se propuso insertar un apartado que reflexione sobre la admisión a la Sagrada Comunión de los católicos que ocupan cargos públicos y aceptan sin manifestar malestar o incluso favorecer el aborto como un derecho. El presidente Biden es visto con sospecha por los partidarios de las elecciones por su origen católico, pero está disgustando a los pro-vida, que tienden a estar en las filas del partido Republicano y cercanos al ex presidente Trump. Biden está acusado, entre otras cosas, de haber liberado fondos federales para facilitar el acceso al aborto. Debido a la diferente organización de los servicios de salud en los Estados Unidos en comparación con la socializada europea, una cuestión concreta, además de la legislación legal sobre el aborto, es de hecho la del uso o no de fondos federales, es decir, públicos,  para permitir el acceso al aborto por parte de las clases más pobres. Ante la propuesta de aprobación del documento, el presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo José Gómez, informó y pidió aclaraciones al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Luis Ladaria Ferrer. La respuesta del cardenal Ladaria, fechada el 7 de mayo de 2021 retoma explícitamente la carta del cardenal Ratzinger y da pautas para una gran prudencia que tiene en cuenta el clima de conflicto que se avecina en la Iglesia Católica estadounidense y la polarización unilateral en unos temas frente a otros. Recomienda evitar el riesgo de que “la formulación de una política nacional” sobre una cuestión “de carácter potencialmente contencioso, pueda […] convertirse en una fuente de discordia en lugar de unidad dentro del episcopado y, más en general, de la Iglesia en el Estados Unidos”. Pide que los obispos dialoguen entre sí para que haya una convergencia, a nivel de la Conferencia Episcopal, sobre el hecho de que “el apoyo a la legislación pro elección no es compatible con la enseñanza católica”, pero también insta a los Ordinarios individuales a dialogar con aquellos “políticos católicos en su jurisdicción que adoptan una posición pro-elección en materia de legislación sobre aborto, eutanasia y otros males morales, con el fin de comprender la naturaleza de sus posiciones y la comprensión que tienen de la enseñanza católica”. En palabras del cardenal Ladaria resuena la sabiduría centenaria de la Iglesia que no da ni un paso en valores innegociables, como el de la vida humana, pero sabe que la encarnación de valores en la realidad histórica puede ser difícil y controvertida. Los obispos, el 19 de junio de 2021, votaron el borrador del documento y decidieron por amplia mayoría – para ser precisos 168 a favor contra 55 en contra y 6 abstenciones – proceder en la dirección más rigurosa. Sin embargo, ver que una cuarta parte de los obispos están en contra de algunos aspectos del documento es preocupante y sugiere que en noviembre, cuando el documento se presente realmente para su aprobación, será un texto muy divisivo y susceptible de una explotación política indebida.

¿Qué pasa con la situación personal de Joe Biden en este momento? Ante Dios Joe Biden es un creyente con sus responsabilidades privadas y públicas y por eso la Iglesia con razón le pregunta a él, y no solo a él, sino a todos nosotros, la pregunta si nuestra existencia, en la multiplicidad de sus aspectos, está verdaderamente en sintonía con el sacramento que celebramos. La “coherencia eucarística” no es, de hecho, una exigencia de los políticos únicamente, sino de todos los fieles.

p. Maurizio P. Faggioni, OFM

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