L’ideologia come questione morale: l’unionismo in Irlanda del Nord (1921-1998)

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Immagine nel dominio pubblico, via wikipedia.org.

Artículo del profesor Martin McKeever, CSsR, publicado en el blog de la Accademia Alfonsiana. El texto original: inglés.

Una ideología implica el uso reductivo de ciertas ideas por parte de una comunidad para perseguir sus propios intereses, a menudo en forma de proyecto político.

Éste fue el concepto de ideología propuesto al final del primer post de esta serie. En este artículo intentaremos aplicar esta definición al “unionismo” en Irlanda del Norte, tomando el término en su connotación más amplia para indicar la aspiración política de permanecer en unión con la Corona británica. Cronológicamente, enmarcaremos nuestro análisis de esta ideología entre 1921, cuando se creó Irlanda del Norte, y 1998, cuando el Acuerdo de Belfast (Viernes Santo) puso fin a treinta años de conflicto violento.

Como la mayoría de las ideologías, el unionismo tiene sus raíces en la historia. En este caso, las raíces se remontan a principios del siglo XVII, cuando los “colonos” protestantes escoceses (también conocidos como “plantadores”) ocuparon tierras en el Ulster que habían sido confiscadas a los campesinos católicos irlandeses. Cuando se creó Irlanda del Norte, seis de los nueve condados que componían el Ulster se separaron de los demás para garantizar una mayoría protestante.

Es en este punto de la historia que comienza nuestro estudio del unionismo como ideología. A continuación examinaremos simplemente los principales términos presentes en la definición de ideología dada anteriormente y veremos cómo se aplican a este caso particular.

Probablemente sea mejor empezar por el final, con el término “proyecto político”. Este proyecto era bastante claro y explícito: establecer lo que en el lenguaje popular se llamaba “un parlamento protestante para un pueblo protestante”. Esto se logró manteniendo la unión con Gran Bretaña, en un momento en que el resto de Irlanda se estaba independizando. Los límites de los condados y los distritos electorales se trazaron artificialmente para garantizar grandes mayorías protestantes en las elecciones. Durante más de 50 años, el parlamento protestante de Stormont ha aplicado una política de discriminación flagrante contra los católicos en materia de vivienda, empleo, educación y derechos civiles. Cuando el Movimiento por los Derechos Civiles desafió esta forma de gobierno en 1969, se enfrentó a una reacción violenta por parte de las milicias protestantes y las fuerzas policiales oficiales. Esto condujo a los 30 años de conflicto violento que conocemos como “los Problemas”, que terminaron con el Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Este acuerdo puso fin al proyecto político de dominación discriminatoria que sustenta el unionismo.

De lo anterior se desprende claramente que el “colectivo” al que se refiere nuestra interpretación de la ideología no es otro que la población protestante de Irlanda del Norte, o al menos una parte sustancial de ella. Cabe señalar que los “intereses” de esta comunidad eran esencialmente políticos y económicos, más que religiosos. Esta es una complicación importante desde un punto de vista ideológico: el unionismo puede entenderse como una ideología política que cristaliza alrededor de la identidad religiosa. Así pues, los “problemas” no fueron un conflicto sobre dogmas o prácticas religiosas, sino sobre el poder político y sus beneficios económicos.

En cuanto a las ideas claves en el corazón de esta ideología, la principal es obviamente la de la “unidad”. El uso reductivo de este término surge de la incoherencia que implica la amenaza de una revuelta armada contra el Estado (Reino Unido) al que los unionistas aspiraban a pertenecer. Su carácter abusivo se manifiesta también en el hecho de que divide artificialmente las unidades geográficas y políticas de manera instrumental. Finalmente, todo esto fue presentado al pueblo (siempre actor importante de la ideología) como una protección de la libertad religiosa frente a un supuesto plan de dominación religiosa por parte de la Iglesia Católica Romana.

En conjunto, estos factores confirman plenamente que el unionismo corresponde a nuestra concepción de la ideología. Sólo podemos considerar la dimensión moral de toda la cuestión.

Si toda cuestión moral gira en torno a quién resulta herido, entonces las más de 3.000 muertes (y muchas más lesiones) ocurridas durante este período ciertamente representan una cuestión moral. No es seguro que todas estas muertes puedan atribuirse al unionismo, porque hubo otros actores involucrados en el conflicto. Pero el mal en cuestión no comienza con la violencia que provocó estas muertes y lesiones. Comienza con el programa de discriminación sistemática contra los católicos llevado a cabo por el “Parlamento Protestante”. La cuestión moral fundamental es la de la justicia social, exacerbada por la promoción del odio religioso y étnico durante décadas.

Como veremos con otras ideologías, la combinación de ambición política y fanatismo religioso es un cóctel particularmente poderoso y peligroso.